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Los tres edificios más característicos de Ricardo Bofill Leví en La Manzanera de Calpe asomados al acantilado. La Muralla Roja, Xanadú y el Anfiteatro vistos desde el mar |
Los años cincuenta y sesenta del siglo XX suponen para España el fin de la autarquía y la revolución industrial, pendiente en la mayor parte del país desde hacía más de cien años. Los incipientes movimientos de turistas europeos buscando zonas vírgenes del litoral mediterráneo, cada vez más numerosos, revelaron la importancia del sol, del paisaje y de la gastronomía autóctona. Ese atractivo empezó a perfilarse como uno de los grandes negocios del siglo XX. Cada año que pasaba se producía una revalorización urbanística del sol. Había que vender sol. La costa y el urbanismo se aprestaban a una batalla desigual, finalmente perdida por el paisaje. Los datos que ofrecía la organización ecologista Grempeace en su informe
"Destrucción a toda costa 2013" son demoledores. El sol sigue, pero el paisaje y el urbanismo vernáculo han desaparecido; la gastronomía y la cultura popular se han desvirtuado, transformándose lo típico en tópico y lo auténtico en pura fachada comercial.
En los primeros momentos del proceso de urbanización y destrucción del litoral la planificación brilló por su ausencia. El modelo económico primaba el crecimiento desmesurado, en un intento desesperado de la dictadura para sacar cuanto antes a la mayoría de la población de sus ocupaciones agropecuarias y llevarla a los polos de desarrollo industrial que se ubicaban en las zonas metropolitanas de las grandes ciudades. Al igual que en las ciudades dormitorio, en la costa los edificios se levantaban por doquier, desperdigados, sin orden ni control, de manera anárquica, sin las suficientes infraestructuras urbanísticas ni servicios básicos.
Tras unos años, el nuevo proletariado empezó a contemplar como posible el acceso al utilitario y al disfrute del sol junto a los extranjeros. Los propietarios de suelo se disponían a recoger la mejor cosecha de sus apetitosos terrenos junto a las playas.
Había empezado la década de los sesenta. Los promotores empezaron a pintar laderas y playas con cientos y cientos de casitas blancas en un ejercicio de urbanismo folckórico.
Calpe no se quedaba atrás. Sin embargo, en esos primeros años se produjo una coincidencia que hizo posible la presencia de
Ricardo Bofill Leví (Barcelona 5/12/1939) en y su
"caserío de vacaciones" en la finca
La Manzanera de
Calpe. Un proyecto respetuoso con el paisaje y exento, por unas razones u otras, de las prisas y del ánimo especulativo que recorría los municipios de la costa española.
La finca de
La Manzanera (
El Tros), cerca de casco antiguo, era propiedad de
Natalia Pérez Ortembach, miembro de una saga de terratenientes de larga presencia histórica en
Calpe y
Benissa. Los terrenos, abruptos y abancalados hasta los farallones que dan mar, cuenta con una pequeña cala de piedras, bastante inhóspita. A
Natalia, que vive en Barcelona, no se le escapa la fiebre que invade el litoral. En esa misma ciudad tiene el estudio el arquitecto
Ricardo Bofill Benassat. Su hijo
Ricardo finalizaba en 1960 los estudios de arquitectura en Ginebra. A su regreso a España fundó el
Taller de Arquitectura para modernizar el estudio que dirigía su padre.
Ricardo Bofill Leví había tenido que acabar la carrera de arquitectura fuera de España tran haber sido expulsado en 1957 de la Escuela Técnica de Arquitectura de Barcelona por sus actividades políticas (pertenecía al PSUC). Con esos antecedentes, la titulación extranjera de
Bofill Leví era difícil de convalidar.
El trabajo del
Taller incide en la búsqueda de ideas para una ciudad o
"caserío" de vacaciones que se aleje de los tópicos folklóricos y de los exóticos rascacielos. La propietaria no tiene prisa ni necesidad económica que persiga la especulación lo que posibilita que el proyecto se desarrolle a lo largo de 23 años, entre 1962 y 1985.
La Manzanera es un campo de pruebas.
Bofill sabe que no es posible reproducir un auténtico núcleo urbano.
"La humanidad que se respira, —dice—
en un pueblo construido en la historia es imposible de conseguir en una urbanización definida a priori". La Manzanera es una respuesta crítica al pragmatismo y el funcionalismo de los años 50 y 60 que proveía un crecimiento de las ciudades con operaciones especulativas, con edificaciones arracimadas, sin ninguna preocupación por la creación de espacios urbanos públicos que descongestionaran la densidad que procuraba y aplicaba con avidez el negocio inmobiliario.
Ricardo Bofill y el
Taller de Arquitectura trabajan con la premisa de hacer un
"jardín urbanizado", manteniendo la vegetación autóctona (algarrobos, pitas, chumberas, pinos, almendros, limoneros,...), restando importancia a las calles o carreteras, camuflando los aparcamientos y combinando los jardines, los parterres, las viviendas unifamiliares en grupos pequeños o adosados en hilera, las colectivas en altura y el núcleo de ocio y restauración que incluía la propuesta de un pequeño hotel de lujo.
"El terreno —asegura el arquitecto—
es un anfiteatro natural, donde de todas partes se ve todo; situar unas viviendas blancas... creyendo que el resultado va aser el mismo que en cualquier montaña es un error. No se trata de hacer un nuevo y moderno folklore". No se piensa en ningún momento en
"el sistema corriente de abrir calles y vender parcelas".
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Postal antigua de Calpe (finales de los setenta u ochenta) con el edificio de la Muralla Roja sobresaliendo entre los bancales de La Manzanera y el peñón de Ifach al fondo. Imagen de la exposición celebrada entre mayo y julio de este año 2013 en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid y que mostró una selección de la colección de postales de arquitectura del siglo XX del arquitecto Rafael Cazorla |
Lo importante era mantener la unidad del conjunto y la armonía del paisaje, el carácter, gracias a la utilización de materiales vernáculos como los muros de piedra. Una premisa que saltaría por los aires con
La Muralla Roja. Los proyectos y su ejecución se dilatan en el tiempo tanto que el mundo cambia sin remedio. La utopía se mueve sin dirección clara. Sin embargo, el punto de inflexión, la renuncia al diálogo inicial con el paisaje se debería, también, al fallecimiento de la propietaria de los terrenos en 1968 y la irrupción promotora de una nueva sociedad mercantil.
Aunque los primeros planos y proyectos de edificación salieron de las mesas de delineación en el otoño de de 1962, el Plan Parcial de Ordenación, redactado por etapas, no fue un instrumento visado hasta 1966. Existía desde el principio, sin embargo, el compromiso de una planificación unitaria. Las construcciones se desarrollaron entre los años 1964 y 1982. Durante estos dieciocho años se promovieron los siguietes edificios:
Plexus (1966), 31 apartamentos;
Xanadú (1967), 18 apartamentos;
Conjunto residencial (1967-1971), 17 viviendas unifamiliares;
La Muralla Roja (1973), 50 apartamentos;
Anfiteatro (1981), 25 apartamentos.
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Vía de circulación en el interior de la urbanización de La Manzanera |
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Zona de ocio junto a la entra de la urbanización |
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Vista del Peñón desde el Xanadú |
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Parterres y jardines delimitados por muros de piedra. Al fondo el Xanadú y el Anfiteatro. |
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BIBLIOGRAFIA:
•
"Arquitectura per al turisme: la utopía urbana de Bofill i el taller d'arquitectura a la Manzanera" (1962-1985). Antoni Banyuls i Pérez. Institut Ramon Muntaner. En internet en Biblioteca de Recursos Universia.
•
"La ciudad del arquitecto". Galaxia Gutemberg / Círculo de Lectores. 1998, Barcelona
•
"Spazi di una vita. Ricardo Bofill", Jean-Louis André. Venezia, Il Cardo Editori, 1996.
•
"L'Architecture des villes. Ricardo Bofill", Nicolas Véron. Paris, Odile Jacob, 1995.
•
"Ricardo Bofill Obras y Proyectos/Works and Projects". Bartomeu Cruells. Barcelona, Gustavo Gili, 1992.
•
"Espacio y Vida. Ricardo Bofill", Jean-Louis André. Barcelona, Tusquets, 1990.
•
"Ricardo Bofill". Annabelle D'Huart. Paris, Editions du Moniteur, 1989.
•
"El Dibujo de la Ciudad, Industria y Clasicismo". Annabelle D'Huart. Ricardo Bofill. Barcelona, Gustavo Gili, 1984.
•
"L'Architecture d'un Homme. Ricardo Bofill". París, Editions Arthaud, 1978.
FOTOGRAFIAS:
• Juan Manuel Alcalá Perálvarez, salvo las expresamente indicadas en el pie de foto.