lunes, 20 de julio de 2009

Una plaga de gaviotas

A la llegada a Calpe, este año 2009, nos ha sorprendido la cantidad de gaviotas que campan a sus anchas por la playa de Arenal-Bol. Desde nuestra atalaya, y también desde la arena, hemos dejado en la retina digital de la canon (sx200 is) una cantidad casi desmesurada de preciosas imágenes de estas aves.



Casi nos atreveríamos a asegurar (sin temor a equivocarnos) que la cantidad de gaviotas que colonizan, día, tarde y noche la playa de Calpe, pueden empezar a considerarse y catalogarse como plaga. ¡Dios nos libre de los falsos ecologistas y de las almas caritativas que les guardan y suministran las barras de pan duro desmigajadas!
El Ayuntamiento de Calpe debería empezar a tomar medidas contra estos animalitos de vuelo tan bello. Muchas ciudades han empezado a tomar en consideración el peligro que supone la excesiva proliferación de estas aves que se adaptan fácilmente a los ecosistemas marinos y urbanos, incluso lejos de la costa.
En los próximos años puede convertirse en un problema serio cuando abandonen sus lugares de cría habituales y, además de la playa, colonicen los tejados de muchos edificios. Ya empieza a ser habitual la noticia de una nueva ciudad, como Cartagena o Vigo, que se dispone contra esta plaga.






Las gaviotas son unas aves oportunistas, capaces de alimentarse de casi todo lo que encuentran (es omnívora, predadora, carroñera o detritívora, siendo habitual observarla en basureros). Los problemas que originan son similares a los que ocasionan otras plagas de aves; resultan algo ruidosas, sus excrementos acaban causando daños allá donde caen o se acumulan y, sin lugar a dudas, pueden trasmitir enfermedades. Pero en el caso de las gaviotas existe un factor añadido. Se trata de un ave de comportamientos agresivos, sobre todo en la época de cría (de marzo a agosto) y de un tamaño notable; la gaviota patiamarilla puede llegar a tener una envergadura de más de metro y medio. Si se siente amenazada puede llegar a atacar a las personas.











Su belleza en el aire es de una magnitud tal que embelesa y magnifica, incluso, los soberbios y grandiosos atarceres de la costa. Planea como una saeta lanzada al viento, se paraliza inmóvil como una cometa viva sujeta por un hilo invisible, gira, aletea para ascender, choca y revolotea contra las corrientes, aterriza como una avión de guerra, verticalmente,... y vuelve a la corriente. Viento y mar. Playa y sol. Sólo el recuerdo de su torva mirada nos hace salir de la magnífica y radiante estampa.

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